Esta semana, el comentario es sobre un artículo escrito en el libro El Barrio, en el que Carmen Herrera Santiago nos relata su vida en un poblado del centro de Sierra Morena, en Jaén.
Por lo que he podido leer, en poblados tan retirados como aquel se vivía como a principios de siglo, y teniendo en cuenta que su infancia transcurrió durante los 60, llevaban un atraso considerable. Según nos cuenta, sus padres siempre quisieron que no pasase lo que ellos, es decir, no querían que trabajase en el campo, sino que estudiase. Pienso que tuvo suerte en la vida, ya que le tocaron profesoras que se volcaron con ella y no permitieron que dejase de estudiar; aunque esto no hubiese sido posible si ella no lo hubiese deseado. La aldea que nos describe es un lugar donde todos se conocen y estaban muy unidos, los niños jugaban cada vez que podían y una de las bases de la economía era la mina de uranio, que permitió que no hiciese falta que emigrasen para buscar trabajo. Se entiende que a su familia, a pesar de que desde luego estaban lejos de vivir cómodamente, nunca le faltó el plato de comida en la mesa, ni a ella ni a su hermano pequeño. Como conclusión, podemos decir que hasta ahora ha sido feliz, vivió una vida normal de niña y consiguió estudiar lo que ella quiso.
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