lunes, 18 de octubre de 2010

Un botón para el recuerdo...


Hace unas semanas, mientras arreglábamos las cajas donde guardamos los pendientes, pulseras y demás accesorios, encontré un botón que me llamó la atención de una manera especial, ya que era dorado y en el centro estaba tallada una pequeña águila imperial.
Pregunté a mi padre si era suyo pero no lo era. En realidad, se trataba de un recuerdo que había guardado toda la vida su tía, Lola.

Lola nació en 1922 en una familia bastante acomodada. Su padre, abuelo del mio, era un capitán del ejército de Franco muy respetado entre los suyos aunque no tan querido entre los demás ciudadanos.
Pasó su niñez y parte de su juventud rodeada de lujos, criados y un gran chalet en Jerez.
Cuando tenía 21 años conoció a Daniel, un joven sargento primero un par de años mayor que ella, que había combatido duramente en la Guerra Civil. Él llevaba unos meses yendo al chalet con su padre y poco a poco empezaron a hablar y conocerse mejor hasta que finalmente se enamoraron. Al principio la madre de Lola no lo aceptaba porque quería que sus hijas se casaran con altas autoridades pero al final, acabó accediendo a su relación porque no se podía hacer nada para separar al uno del otro.
Unos meses después a Daniel le llegó la noticia de que debía unirse a las brigadas azules en Rusia para apoyar al ejército Nazi y antes de irse, pidió a mi tía abuela que se casara con él a su regreso. Ella aceptó y a los pocos días lo vio partir.

Pasadas unas largas semanas recibió una carta de su prometido acompañada de uno de los botones de su guerrera donde le explicaba lo mal que lo estaban pasando todos allí. Apenas había comida y tenían que combatir un frío casi glaciar sin abrigo suficiente, eso la hizo inquietarse pero lo que más la asustó fue que dejó de recibir cartas suyas. Hasta que una mañana los padres de él la llamaron para comunicarle que Daniel había muerto.

Eso fue seguramente el golpe más duro de su vida. Un tiempo después, a su padre lo trasladaron a Melilla y lo que había parecido una buena idea para cambiar de aires se volvió en algo mucho peor. La hermana pequeña de Lola, Eduvigis, a la que tenía un especial cariño murió allí por una grave enfermedad. Ese hecho hizo incrementar sobremanera su pena y le conllevó a que entrase en una depresión en la que tuvo que emplear mucha fuerza para poder salir.

Una vez que hubieron regresado a Jerez su padre se jubiló lo que hizo que el dinero del que disponían también fuese bajando. Poco a poco fueron prescindiendo de sus trabajadores y riquezas y al final tuvieron que mudarse de su chalet a una casa en Paterna.

Seis años más tarde el antiguo capitán falleció y Lola pasó el resto de su vida cuidando de su madre, hermanos y sobrinos con todo su cariño. La única salida que hacía de su casa era para ir a misa los Domingos. Nunca quiso conocer a otro hombre porque Daniel siempre fue el único que estuvo presente en su corazón.

Poco antes de que muriese con 83 años, mi padre le pidió que le regalase el botón que con tanto amor guardaba para poder tener algo que de verdad hubiera sido muy importante para ella.


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