El artículo del libro "El Barrio" que debemos comentar para esta semana me ha gustado especialmente. En él Carmen Herrera ha expresado con lujo de detalles todos los placeres de los que disfrutó en su niñez cuando vivía en la sierra de Jaén junto a su familia y amigos. Cuenta como allí carecían de las rivalidades típicas de la ciudad y como todo su entorno era compartido por los habitantes de la zona, que lo respetaban y amaban por encima de todo.
También comparte con nosotros lo difícil que era la vida por allí, trabajando duramente por unos beneficios más bien escasos, y cómo la mayoría de adultos carecían de formación escolar por haber tenido que ayudar a sus mayores desde pequeños.
Lo cierto es que los padres de Carmen me han producido, después del relato, unas sensaciones muy positivas de respeto y admiración. Decidieron abandonar el lugar donde siempre habían vivido para darles otra posibilidad a sus hijos que ellos nunca habían tenido, la de seguir estudiando y tener una vida más tranquila y acomodada. Me alegra mucho que ambos hijos no la dejasen escapar ni fueran inconscientes del sacrificio que éstos hacían por ellos.
Por último, nos habla de cómo tres de sus maestras marcaron su futuro significativamente. Ellas la apoyaron e insistieron en que no abandonara sus estudios, proporcionándole toda su confianza y ayuda. La relación que mantuvo con ellas fue muy bonita. No se limitaba a la típica profesor-alumno si no que se comportaron como verdaderas buenas amigas.
De ellas pudo aprender mucho sobre la vida y a ser perseverante ante todo. Fueron cruciales para que se formara sus propias ideas y no desconfiara de ella misma y sus posibilidades.
Sin duda creo que la señora Herrera tuvo mucha suerte en la vida ya que tuvo la posibilidad de conocer a grandes personas que la amaron y quisieron que prosperase como persona. Y también, que todos los estudios que consiguió se los mereció pues nunca tiró la toalla y se enfrentó a la vida con gran optimismo y franqueza.
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